Esto escribía Italo Calvino en sus Ciudades Invisibles:
“En Ersilia, para establecer las relaciones que rigen la vida de la ciudad, los
habitantes tienden hilos entre los ángulos de las casas, blancos o negros o
grises o blanquinegros según indiquen relaciones de parentesco, intercambio,
autoridad, representación. Cuando los hilos son tantos que ya no se puede pasar
entre medio, los habitantes se van: se desmontan las casas; quedan sólo los
hilos y los soportes de los hilos.
Desde la ladera de un monte, acampados
con sus trastos, los prófugos de Ersilia miran la maraña de los hilos tendidos y los palos que se levantan en la
llanura.
Y aquello es todavía la ciudad de Ersilia, y ellos no son nada.”
Y aquello es todavía la ciudad de Ersilia, y ellos no son nada.”
La
ciudad de Ersilia, imaginada por Rod McLaren (2003).
Hace
40 años Calvino supo ver los cables que nos unen a los demás y que hoy gracias
a Web Social podemos seguir como los hilos de colores de su imaginación. Ya de
paso se preguntaba por los límites, porque ¿qué ocurre cuando la
telaraña se complica porque todos estamos ya en las redes? ¿Qué nos espera
después? Pues creo que tras las
redes sociales nos esperan más redes sociales. En este sentido, Ryan Holmes
predice una eclosión de redes emergentes como Snapchat. Tejer con hilos de colores es lo que siempre hemos hecho en la Web
Social: ligar, hacer amigos y enemigos, perder el tiempo en compañía… Hubo un
tiempo en el que esa necesidad tomó la forma de chat de Terra o de Messenger.
Nadie los añora porque apareció algo mejor. El ciclo se repetirá.
Retrocediendo
aún más vemos que las redes son tan antiguas como el hombre, y que nuestro
comportamiento en ellas está condicionado por nuestro cerebro de primate. El
"número Dunbar"
que dicta el tamaño óptimo de un grupo humano (150 miembros) se ha repetido
desde las tribus neolíticas hasta Facebook, donde el número medio de amigos es
de 150. Creo
que junto a Facebook, Linkedink, Twitter, en las que depositamos muchas cosas
esenciales de nuestras vidas (fotos, agendas de trabajo, afectos...), dependiendo
exclusivamente de que no cierren para quedarnos sin ellas, es probable que
veamos nuevas redes más pequeñas, centradas en pequeños nichos de interés.
La historia de los ciudadanos de Ersilia también nos pone de relieve la importancia de las relaciones, de los hilos, de los enlaces… que son los que conforman la comunidad. Los habitantes (=los nodos) sin relaciones “no son nada”. Bueno, son seres capaces de crear nuevas redes, nuevas ciudades en el libro de Calvino. Pero la idea de la proliferación de hilos y la categorización de estos hilos según colores que indican el tipo de relación es territorio Linked Open Data, de máxima actualidad y proyección futura.
Estos hilos unen personas (web social)
cuyos datos de perfil y actividad contribuyen a los grandes silos de datos en
Internet. Personas que los sistemas intentarán gestionarlas integralmente, es
decir, contemplando su perfil único, pero fragmentado en facetas: profesional,
afición, familiar, amistad, etc. Como vaticina Saragossi, los SRS querrán saber todo de cada uno unívoco, no con
diferentes identidades digitales.
Pero en el futuro, a medida que la “internet de las cosas” vaya
consolidándose, veremos cómo se lanzarán hilos a nuevos tipos de nodos:
dispositivos móviles, sistemas de domótica, ordenadores a bordo, sistemas de
información, etc. A medida que los estándares de interoperabilidad se vayan
generalizando y los enlaces proliferen descubriremos oportunidades hasta ahorainimaginables.
Eric Schmidt ve el futuro de Google como
un "motor de serendipia", un buscador en el que ni siquiera
haga falta teclear porque en lugar de buscar servirá para descubrir cosas como
por casualidad. En el blog de Forrester
ponen un ejemplo: vas conduciendo y tu teléfono te informa de que cerca
hay un restaurante de comida mexicana que te gusta y que tus amigos han recomendado
(tus amigos, Facebook y Google ya saben que te gustan los tacos).
En
todo esto hay algo de aterrador, algo de consumo y mercado, algo de facilidades
vitales y comodidad y algo de exploración de posibilidades sociales ,
creativas e incluso políticas... Todo está abierto, y en gran medida depende de
nosotros aunque aparentemente las grandes corporaciones se han hecho dueños del
tablero convirtiéndolo en un instrumento más del mercado.